Cuando se critica a las religiones, especialmente al cristianismo (en todas sus variantes) y al islam (también tiene sus variantes), casi puedes contar los segundos para que salte el primer ofendido o el “librepensador” moderado pidiendo respeto hacia la fe de las personas. Los religiosos se sienten con todo el derecho (y así lo ejercen) de juzgar y criticar a todas las personas en base a sus disparatados “valores” morales. Lo hacen cada que pueden y con un placer que se les nota en la cara. Pero si los criticados son ellos y su fe, entonces se sienten no sólo ofendidos, sino atacados y lastimados, cual criminal quejándose en Derechos Humanos de que sus víctimas lo enfrentaron.
Hay unos cuantos religiosos que aceptan la crítica y sostener algo que apenas puede llamarse discusión, pero después de agotar sus escasos argumentos basados en la razón, intentan descalificar a ésta misma diciendo que la fe trasciende la razón. Y sí, estoy de acuerdo, la fe trasciende la razón pero de la misma forma en que un criminal trasciende la ley, que una vez acorralado y capturado intenta descalificar en el juicio a las evidencias, los testimonios, al juez y a toda la corte.
La religión y la fe no son ideas inofensivas como muchos otros también alegan frecuentemente. Si repasamos la historia notaremos que la religión siempre ha aceptado todo el control que se le permite tener y nunca le parece suficiente. Justo en estos tiempos el cristianismo quiere recuperar el mismo dominio que tuvo en la inquisición y está exigiendo a la ONU una ley sobre la blasfemia, apoyado por su hermanito feo; el islam,. Para así proteger a la gente ignorante y débil de oír palabras que podrían hacerlas pensar.
También me reclaman que soy tanto o más intolerante que los religiosos a los que critico. Y tienen razón, la diferencia estriba en las cosas hacia las que lo soy y las cuales todo el que me haya leído en el blog o Twitter sabe que nunca he negado. Entre muchas cosas tenemos a la misoginia, el sexismo, racismo, homofobia, xenofobia, ignorancia por elección, crueldad contra los animales, etc. Pero no sólo soy agresiva y descaradamente intolerante hacia esas ideas, sino que si la religión es usada como excusa para cualquiera de ellas, me volveré marcadamente hostil y no me disculparé por ello.
No es sarcasmo cuando digo que no hace falta ser un genio para darse cuenta de que la religión envenena la experiencia de vivir, mantiene a la gente con falsas promesas y falsos temores, desalienta la obtención de conocimiento y sofoca la creatividad para mantener un nivel intelectual bajo en la humanidad. Todo con el ruin y despreciable objetivo de beneficiar a un grupo de parásitos llamado clero (sacerdotes, imams, maestros, gurús, guias, pastores, etc).
Por eso nada me parece demasiado agresivo con tal de defender la libertad de expresión, que es absolutamente sagrada, si es que el término en algún momento es válido. Mis insultos, mis sarcasmos, mis burlas y mis opiniones no tienen como objetivo lastimar a las personas, aunque ése es frecuentemente el resultado, la culpa recae del lado del inmaduro, del frágil, del ignorante, del inseguro; el creyente. Creer es mucho más fácil que pensar. Lleva tiempo y esfuerzo adquirir conocimientos, por otro lado cualquier idiota puede tener fe al instante y sin esfuerzo. Su fe no es otra cosa que ignorancia maquillada de virtud. Aceptar cualquier religión es el equivalente a sufrir una operación para disminuir el IQ. Y si todas las personas que han salido de esa etapa infantil en la que se creen fantasías y cosas mágicas dijeran lo que realmente piensan, el mundo mejoraría drásticamente y a una velocidad impresionante.
Pero quiero dejar muy claro que yo no obligo a nadie a pensar de una u otra forma, así como nadie me puede obligar a opinar y aún menos pensar de una manera distinta a como lo he venido haciendo. Todos tienen derecho a pensar cómo y lo que les dé la gana, por estúpido y nocivo que sea. Pero tengan presente que yo tengo también derecho a reírme, burlarme, y ridiculizarlos todo lo que quiera. Y si desean evitar que exprese mi opinión de que la fe y la religión son porquerías e idioteces supersticiosas, peligrosas y perversas que contaminan el mundo que debemos compartir, entonces yo no tengo libertad religiosa, pero los creyentes sí. Por eso me siento obligada a expresarlo sin importar quién se ofenda, porque de lo contrario sería una mentirosa y una cobarde tal y como los ateos, agnósticos y librepesadores "educados" (entiéndase pusilánimes) de todo el mundo. Algo que no quiero en mi conciencia. Pero si el creyente insiste en que cambie mi conducta, le propongo algo; rece para que su dios haga algo al respecto.
Hay unos cuantos religiosos que aceptan la crítica y sostener algo que apenas puede llamarse discusión, pero después de agotar sus escasos argumentos basados en la razón, intentan descalificar a ésta misma diciendo que la fe trasciende la razón. Y sí, estoy de acuerdo, la fe trasciende la razón pero de la misma forma en que un criminal trasciende la ley, que una vez acorralado y capturado intenta descalificar en el juicio a las evidencias, los testimonios, al juez y a toda la corte.
La religión y la fe no son ideas inofensivas como muchos otros también alegan frecuentemente. Si repasamos la historia notaremos que la religión siempre ha aceptado todo el control que se le permite tener y nunca le parece suficiente. Justo en estos tiempos el cristianismo quiere recuperar el mismo dominio que tuvo en la inquisición y está exigiendo a la ONU una ley sobre la blasfemia, apoyado por su hermanito feo; el islam,. Para así proteger a la gente ignorante y débil de oír palabras que podrían hacerlas pensar.
También me reclaman que soy tanto o más intolerante que los religiosos a los que critico. Y tienen razón, la diferencia estriba en las cosas hacia las que lo soy y las cuales todo el que me haya leído en el blog o Twitter sabe que nunca he negado. Entre muchas cosas tenemos a la misoginia, el sexismo, racismo, homofobia, xenofobia, ignorancia por elección, crueldad contra los animales, etc. Pero no sólo soy agresiva y descaradamente intolerante hacia esas ideas, sino que si la religión es usada como excusa para cualquiera de ellas, me volveré marcadamente hostil y no me disculparé por ello.
No es sarcasmo cuando digo que no hace falta ser un genio para darse cuenta de que la religión envenena la experiencia de vivir, mantiene a la gente con falsas promesas y falsos temores, desalienta la obtención de conocimiento y sofoca la creatividad para mantener un nivel intelectual bajo en la humanidad. Todo con el ruin y despreciable objetivo de beneficiar a un grupo de parásitos llamado clero (sacerdotes, imams, maestros, gurús, guias, pastores, etc).
Por eso nada me parece demasiado agresivo con tal de defender la libertad de expresión, que es absolutamente sagrada, si es que el término en algún momento es válido. Mis insultos, mis sarcasmos, mis burlas y mis opiniones no tienen como objetivo lastimar a las personas, aunque ése es frecuentemente el resultado, la culpa recae del lado del inmaduro, del frágil, del ignorante, del inseguro; el creyente. Creer es mucho más fácil que pensar. Lleva tiempo y esfuerzo adquirir conocimientos, por otro lado cualquier idiota puede tener fe al instante y sin esfuerzo. Su fe no es otra cosa que ignorancia maquillada de virtud. Aceptar cualquier religión es el equivalente a sufrir una operación para disminuir el IQ. Y si todas las personas que han salido de esa etapa infantil en la que se creen fantasías y cosas mágicas dijeran lo que realmente piensan, el mundo mejoraría drásticamente y a una velocidad impresionante.
Pero quiero dejar muy claro que yo no obligo a nadie a pensar de una u otra forma, así como nadie me puede obligar a opinar y aún menos pensar de una manera distinta a como lo he venido haciendo. Todos tienen derecho a pensar cómo y lo que les dé la gana, por estúpido y nocivo que sea. Pero tengan presente que yo tengo también derecho a reírme, burlarme, y ridiculizarlos todo lo que quiera. Y si desean evitar que exprese mi opinión de que la fe y la religión son porquerías e idioteces supersticiosas, peligrosas y perversas que contaminan el mundo que debemos compartir, entonces yo no tengo libertad religiosa, pero los creyentes sí. Por eso me siento obligada a expresarlo sin importar quién se ofenda, porque de lo contrario sería una mentirosa y una cobarde tal y como los ateos, agnósticos y librepesadores "educados" (entiéndase pusilánimes) de todo el mundo. Algo que no quiero en mi conciencia. Pero si el creyente insiste en que cambie mi conducta, le propongo algo; rece para que su dios haga algo al respecto.